Ricardo Mariño
Todo empezó cuando al abuelo José se le ocurrió invitar a familiares que hacía mucho no veía. Y para no perder tiempo enviando cartas, decidió que lo mejor sería colocar un aviso en el diario. El aviso decía con grandes letras:
¡REENCUENTRO! JOSÉ PÉREZ DESEA PASAR LA FIESTA DE FIN DE AÑO JUNTO A TODOS SUS PARIENTES!
Abajo se leía la dirección del abuelo y la fecha y la hora en que los esperaba. El aviso salió una semana antes de la fiesta. “Alguno va a venir”, dijo satisfecho el abuelo.
El 31 de diciembre a la mañana se sentó en la vereda a esperar la llegada de sus parientes. A media mañana arribó el primer grupo de Pérez. Eran doce Pérez que vivían en un pueblito pampeano que en total tenía trescientos habitantes. El abuelo se puso contentísimo. Enseguida llegaron cuatro autos cargados de Pérez.
Alguien avisó que en la estación de trenes había llegado un tren alquilado por tos Pérez de Córdoba. Del otro lado de la ciudad venían avanzando los Pérez de Rosario al grito de “Péreeez, es un sentimientooo que no puedo paraaarrrr...!”. Siguieron llegando Pérez: cinco en paracaídas y dos en helicóptero; un Pérez historiador que recordó a los grandes Pérez que hicieron gloriosa a la Patria y ochocientos Pérez apodados Ratón . También llegó un Pérez ladrón perseguido por un Pérez policía, y un Pérez sacerdote que bautizó a un Perecito recién nacido.
Al anochecer se armó una discusión entre los Pérez con acento y los Perez sin. Hubo empujones y corridas pero luego el entredicho derivó en una gresca entre los Peres con “ese” y los Perez con zeta . Después todos se unieron contra los “Pérez y Pérez” a quienes acusaban de creerse superiores.
Fue en ese momento cuando el abuelo José Pérez (una encuesta reveló que la mitad de los Pérez de la fiesta se llamaban “José”), tomó un micrófono y habló pidiendo calma. Dijo que ninguna rencilla debía dividir a los Pérez en un momento tan glorioso. Los Pérez son muchos, saben escuchar las palabras sensatas y en los momentos difíciles demuestran ser muy organizados.
Rápidamente se armó una gigantesca cena para doscientos setenta mil Pérez, elaborada por ciento veinte Pérez cocineros y servida por diez mil mozos Pérez. Fue una noche maravillosa. Había Pérez cantantes, Pérez equilibristas, niños prodigio Pérez, Pérez bailarines y cientos de atracciones Pérez.
El abuelo se divirtió como nunca y sólo lamentó no tener tiempo de charlar con cada invitado para ver de dónde eran parientes.
La abuelita, que primero protestó por la idea descabellada del abuelo, ahora estaba contenta. En lo mejor de la fiesta le dijo al abuelo que para el año siguiente podían volver a invitar a los Pérez, pero que ella también quería invitar a sus parientes: ¡los Rodríguez!
Yo lo busque paea mi tarea =v
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